Lo mío era el Arte en todas sus formas... Dibujar, pintar,
cantar, actuar, escribir poesías, escuchar historias, realizar artesanías...todo me gustaba. El
Arte en su sentido amplio, sin categorías ni clasificaciones, tanto
expresarlo como disfrutarlo, los libros de arte podían ser el mejor
regalo que me hiciera mi mamá. Tal vez lo había heredado. Recuerdo unos
fascinantes dibujos de mi papá, al que luego perdí por esas cosas que
hacen los humanos imperfectos, y cuyo talento fue, a través de los genes, la
herencia que su figura luego desdibujada me dejó. Y cuando terminé la
primaria, la salida "natural" hubiera sido continuar en Bellas Artes. Pero mamá
se negó: yo debía continuar en una escuela que me otorgara, al
finalizar, el TÍTULO de Maestra... Esa imposición que me trajo tantas
frustraciones en ese momento sirvió para que, en poco tiempo, se
revelara mi condición también casi natural, para la enseñanza. Como además
fue imposible soslayar el amor por el arte, en las aulas, los patios y en
los actos escolares las dos cosas se hicieron UNA. Lo que había sido mi vida de alumna se replicó en mi tarea docente.
Después
de dos años de trabajo en una escuela privada (la misma en la que había estudiado)
recalé en la escuela pública. Fue en un "barrio de erradicación", tal
como llamaban a esos barrios que el gobierno de facto de Onganía había
construido para alojar aquellas familias desplazadas desde las villas
de la Capital Federal hacia territorios del Gran Buenos Aires. "La
escuela", título en extremo generoso, la constituían 3 habitaciones (de
qué otra manera se podía llamar a unos cubículos de, como mucho, 6x6 mts.): una
destinada a alumnos de 1º, 2º y 3º. La segunda, para alumnos de 4º, 5º y
6º. La última, era la Dirección. Allí, una directora autoritaria y
delirante, resumía en sí los roles de directora, vicedirectora y
secretaria. Las dos maestras de cada turno tratábamos de ponerle onda a
la nada fácil tarea: cada cuarto-habitación (construido con aglomerado)
que servía de aula tenía, además de la puerta, una pequeña ventana. Y
allí pusimos cortinas (pagadas por nosotros, por supuesto), trajimos
macetas con plantas... Pero además, había que "atraer" a los alumnos. El
ausentismo en escuelas precarias de barrios tan humildes es siempre una
constante. Así que, allí iba la "maestrita" con su guitarrita para
alegrar y motivar a los y las alumnas de 1º, 2º y 3º para que tuvieran más ganas de
venir a la escuela. Uno de los alumnos, que solía faltar mucho, apareció
un día y lo festejamos. Pero cuando miré sus manos, los dedos estaban
muy manchados. Entonces me contó: cuando él no venía a la escuela era
porque, para ayudar en su casa (eran varios hermanitos además de él) iba
con su cajoncito a lustrar zapatos a las estaciones de tren...
Los
chicos buscan su manera de ser felices, y era esperanzador verlos reir o
cantar a pesar de sus pobres vidas, enriquecidas con su alegría
infantil. Cómo no esmerarse en hacer lo imposible para mejorarlas un
poco más, no?
Si alguna de las maestras (éramos 2 en cada
turno) renunciaba, salíamos las otras a buscar suplentes, porque no era
fácil. No cualquiera tenía el espíritu tan fuerte o la necesidad de
trabajar sí o sí como para bancarse semejante precariedad, y encima una
directora loca como una cabra que nos exigía el trabajo burocrático de
una escuela de excelencia. Pero claro... además de las carencias
edilicias y el pobrerío del barrio, había que bancarse el barro cuando
llovía, porque "la escuela" era tan precaria (supuestamente provisoria)
que ni asfalto había afuera, ni calle ni vereda ni patio, y adentro, el piso era de tierra apisonada.
Por eso las botas de goma eran parte del uniforme escolar, de alumnos
(algunos) y maestras.
Cuando escucho a algunos decir que los docentes trabajan 4 horas y tienen 3 meses de vacaciones, o cuando algunas autoridades (nacionales y provinciales) se
ensañan contra los docentes, sus dirigentes o los laburantes, cuando
algunos "oficialistas"que apoyan al gobierno, frente al destrato y la
falta de respeto a la tarea docente, se vanaglorian queriendo romper una
huelga porque total CUALQUIERA puede hacer esa tarea, y se ofrecen como
"voluntarios", y la gobernadora de la provincia se burla de los
"Maestritos que no le van a torcer el brazo", o los menosprecia diciendo que va a poner 60.000 voluntarios de los que se ofrecieron en Twitter (un invento absoluto) o el presidente de la
Nación, al mejor estilo barrabrava asegura que, frente a las amenazas a
la vida propia y de sus hijos, de un dirigente gremial dice: "...Baradel
(el dirigente amenazado) puede cuidarse solo", se me sube la bronca a
la garganta, y me acuerdo de todos esos días de esfuerzo, sinsabor,
amargura, impotencia, tratando de dar, como parte de un Estado que
ahora pretenden borrar, ALGO de lo mucho que chicos y chicas merecen por
vivir en este país. El país que yo quiero, en el que viví, me formé,
trabajé toda mi vida, y que me dio lugar para que, como MAESTRA, pudiera
devolver algo de todo lo que recibí. Pero la vocación no significa
trabajar gratis o con un sueldo de hambre, ni permitir que no se respete un trabajo loable y
digno. Sobre todo de parte de gobernantes sin escrúpulos que
despilfarran los dineros públicos en negociados espurios, en dar todos
los beneficios posibles a los sectores más poderosos, de los cuales son parte, pero se ponen
"ahorrativos" y quisquillosos cuando se trata de la educación pública.
Un
poco de respeto, señores gobernantes. Muchos y muchas somos y nos
sentimos docentes, que cumplimos esa tarea y merecemos ese RESPETO. Los
alumnos y alumnas que hoy son descuidados por un Estado que descuida a
sus docentes, se los van a facturar al final del camino. Y no van a
querer estar allí para recibir ese juicio de la historia. Ténganlo por
seguro.
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